Este artículo nace de la exploración de otras visiones espirituales y religiosas no
patriarcales, llegando así, a la senda Luciférica de índole matriarcal, desembocando
en la matriz divina o Fuente de la totalidad.
El enigma tal vez más profundo de la vida humana es saber si
nuestra existencia está fundamentada en un propósito personal o por el
contrario en una meta transpersonal. ¿Nuestra experiencia como individuos es la
finalidad última de la vida o tal vez la vida personal tiene un destino
trascendente a la propia individualidad?Las religiones en el transcurso de la historia han intentado siempre acercarse a este profundo tema con el resultado contradictorio de perspectivas diversas. Sintetizando podemos decir que las religiones de carácter patriarcal han hecho hincapié principalmente en la meta personal, en el triunfo del individuo como un fiel y devoto servidor de la voluntad de Dios y un premio personal post-morten: la vida celestial o la vida en el paraíso (premio al individuo, premio al yo).
Por el contrario las religiones de raíz matriarcal se han centrado en una meta en la vida presente, pero al mismo tiempo con un objetivo transpersonal. No se persigue un premio celestial postergado en un tiempo ulterior, sino un objetivo terrenal ubicado dentro de la cronología de la misma existencia humana presente.
Esta perspectiva matriarcal suena extraña para quien ha sido
educado en los criterios míticos del patriarcalismo, basados en una recompensa
espiritual futura. No obstante la visión matriarcal de la existencia es
sumamente profunda, trascendente y mística. Una mística que no persigue un
objetivo de triunfo religioso personal, ni una comunión divina que satisfaga el
anhelo del individuo o una felicidad y el éxito del devoto. Más bien la meta
matriarcal no es el triunfo del hijo/a sino la manifestación o advenimiento de
la Fuente, también llamada Madre o Matriz Espiritual.
El propósito final de la vida humana, la meta detrás de
todas las metas personales, no es ser felices individuos iluminados y
extasiados, plenamente evolucionados y desarrollados en todo su potencial
personal, sino que paradójicamente existe un propósito transpersonal oculto
tras la maduración y crecimiento del alma. Más allá de nosotros mismos, más
allá de nuestro crecimiento particular o individual, existe oculta una
meta-realidad, una hiperconciencia desconocida más allá de nuestra conciencia
individual, un ser secreto profundo más allá de nuestro propio ser. Resulta
sumamente difícil de explicar por o para la mente humana, ya que nuestra
conciencia espiritual o esencial auténtica en realidad se halla dormida,
fuertemente condicionada por el ego y las cadenas de la personalidad.
Si superamos la barrera perceptual y conciencial del ego
(férreo carcelero psicológico) podremos asombrados alcanzar a sentir y concebir
la naturaleza auténtica original del ser humano, nuestra identidad más allá del
yo y nuestra finalidad ultrapersonal trascendente. Si el premio o el triunfo
del yo autorrealizado no es la meta, entonces ¿cuál es la meta en verdad?
En realidad el individuo no tiene en última instancia un
propósito personal como meta absoluta, sino por raro que parezca el propósito
auténtico del ser humano es realmente transpersonal, es decir más allá de la
frontera del yo. No nos hallamos en la Tierra (o en cualquier otro
espacio-tiempo) para crecer o elevarnos hacia un estado espiritual divino para
el beneficio de nosotros mismos, sino para construir en nuestro campo vital
personal un nicho donde pueda habitar y manifestarse la conciencia
transpersonal que se denomina como Madre
o Matriz Conciencial del Universo.
No consiste por tanto que como individuos nos elevemos fuera
de la Tierra, no se trata de que ascienda nuestra alma a ningún sitio
paradisiaco o celestial, sino que el verdadero propósito último de nuestra
creación como individuos ha sido siempre preparar el advenimiento espiritual y
terrenal de la conciencia de Madre (la
Fuente Universal). En realidad esta metaconciencia o conciencia suprema es el
campo absoluto del Ser, la matriz de toda conciencia y por tanto el origen de
todo cuanto pueda existir.
"La Matriz Divina como el Útero Cósmico o Vesica Piscis de la
Fuente,
crea cual Agujero Negro, el Universo Material"
crea cual Agujero Negro, el Universo Material"
Siendo la Fuente creadora universal, ajena a parámetros dimensionales de espacio-tiempo, precisa un proceso cíclico de encarnación en la materia en el cual el ser humano es el instrumento protagonista. Nuestro cuerpo y ego son navegadores espacio-temporales, desvinculados en primera instancia del propósito de su Fuente creadora. Conforme la conciencia humana crece alcanza la posibilidad de liberarse al fin del yo personal. Mediante un proceso de transmutación se autorreconoce entonces como proyección en el espacio-tiempo de una conciencia matriz suprema, con la que forma una unidad enteogénica.
Madre (realidad divina) y nosotros somos lo mismo en
esencia, tan sólo el velo del yo nos separa de esa Unidad última
intrínseca. Mas para hallar esta unidad
trascendente del ser es preciso buscar y regresar a nuestro centro espiritual,
cuya puerta secreta de acceso se encuentra precisamente en nuestro interior.
Atravesando esta puerta (senda lucífera o iniciática) que nos permiten salir
del Reino de las Sombras que habitamos, nos adentramos en una fase de
trasmutación psicobiológica del ser, la cual es equivalente a la etapa de
crisálida de la mariposa. La oruga se devora a sí misma en el interior del
capullo para renacer transformada en un ser superior.
Extraido parcialmente de Cuadernos Luciferianos de Kababelan.