EL MITO Y EL MISTERIO
FOMENTAN EL DESARROLLO DE OTRO TIPO DE PERCEPCIÓN, MÁS INTUITIVA E IMAGINATIVA,
QUE EL PARADIGMA CIENTIFICISTA NO PROVEE. EN ESTE SENTIDO DEBEMOS RECUPERAR A
LOS DIOSES QUE HABITAN EN NUESTRA PSIQUE.
Los griegos soñaron con sabiduría, los romanos con imperios,
cada cual acorde a su naturaleza. Un pueblo filosófico tiene sueños
filosóficos, por eso los mitos griegos son sueños filosóficos, y contienen una
iniciación filosófica, un sistema de pensamiento y relación simbólica con la
naturaleza, una cosmología. ~ Manly P. Hall ~
El hombre moderno suele considerar los mitos como una
extravagante forma de entretenimiento que poco tiene que ver con su vida o como
una curiosidad del intelecto primitivo que el conocimiento científico ha vuelto
obsoleta. Se asume que los datos fácticos o las evidencias son superiores y
debemos basar nuestra educación en ellos. Regirnos por lo que es claro,
contundente y no admite diferentes interpretaciones. Esto, sin embargo, es un tanto
arrogante y al despreciar al mito como forma de conocimiento, perdemos una
importante herramienta educativa y un modelo o un mapa alterno para practicar
otras formas de ver y experimentar el mundo.
Que el mito sea para nosotros solamente una curiosidad
antropológica --a lo mucho un pasatiempo de arqueología de la psique-- y no una
continuidad epistemológica viva, tiene que ver con el actual paradigma
científico y la educación positivista en la que se busca eliminar todo lo
misterioso. El mito está estrechamente ligado a lo misterioso, y lo misterioso
es la antítesis del modelo epistemológico actual. Esto es porque lo misterioso
está asociado con la ignorancia y la superstición, algo que es sobre todo un
prejuicio; la razón moderna no se siente cómoda lidiando con lo metafórico, lo
ambivalente y lo paradójico, necesita definir la realidad como una cosa
definitiva, tangible y siempre igual (podríamos decir que ante el misterio, el
pensamiento moderno siente pánico: esa sensación que viene del dios Pan, figura
que luego convertiríamos en el Diablo). Lo misterioso es lo que está oculto (de
la misma raíz de lo místico), lo que en un principio yace desconocido, aquello
que no se revela inmediato o en la superficie y que por lo tanto requiere de
una exploración más profunda -a veces una iniciación o un cambio de conciencia.
Es decir, requiere una transformación, una participación activa en el sujeto
que conoce y no sólo la memorización de datos o el ejercicio de la lógica.
Cotejamos aquí a la gnosis (que se basa en la idea de que quien conoce adquiere
la esencia de lo que conoce) con el conocimiento propio de los sofistas o de
los retóricos que construyen perfectos argumentos o acrobacias discursivas sin
darle importancia a la experiencia del conocimiento. El paradigma científico
basado en el modelo de la física clásica supone que no hay nada misterioso en
el universo, la naturaleza entrega sus secretos con celeridad a la mente que
asume el papel de "conquistador" de la materia y concibe al mundo como
una máquina inerte al servicio del indetenible progreso humano. Pero, ante esta
luz racionalista, opongamos al oscuro Heráclito, quien escribió famosamente:
"la naturaleza ama ocultarse". Y es que tal vez la naturaleza, al
ocultarse, nos pide que juguemos una especie de juego cósmico de escondidas para
el cual es necesario suspender nuestros prejuicios y creencias y seguirle la
corriente. Podemos obligarla a des ocultarse tirando explosivos para minar el
oro y la plata de sus entrañas o podemos internarnos en la oscuridad de sus
cuevas y vivir su misterio.
LA NATURALEZA COMO FABULACIÓN
Para entender la función del mito o incluso la necesidad de
su supervivencia como parte de un equilibrio psíquico es útil revisar la
cosmogonía antigua, de la cual nace el pensamiento mítico, y compararla con el
pensamiento científico moderno. Podemos pensar que nuestra mente es mucho más
sofisticada que la mente de los antiguos griegos o egipcios (y quizás lo sea en
el sentido meramente sofístico), pero quizás no hayamos evolucionado tanto en
nuestra capacidad de pensar simbólica, intuitiva y analógicamente. Los griegos,
los indios y los egipcios, por citar los ejemplos más conspicuos, tenían una
profunda tradición de concebir las cosas a través de fábulas y símbolos,
mientras que nosotros tenemos una tendencia al pensamiento literal,
reduccionista y mecanicista, en parte debido a más de 2 mil años de la lógica
aristotélica que impide que algo sea más de una cosa, esto y no lo otro.
"De la misma forma que los jeroglíficos precedieron a las letras, también
las parábolas fueron antes que los argumentos. E incluso ahora, si uno quiere
iluminar con nueva luz un tema en la mente de los hombres, y eso sin ofensa y
rigidez, debe hacerlo por la misma vía e invocar la ayuda de la
similitudes", escribe Francis Bacon. El símil es lo mismo un recurso
poético que un recurso del misticismo, como queda claro en el fundamento del
pensamiento hermético, el símil de símiles: "como es arriba, es
abajo" o lo que es lo mismo como es el cosmos, es el hombre o también el
hombre es un pequeño universo. La anterior frase tiene poco valor para un
argumento científico, que la consideraría imprecisa; podría servirle a un
físico como inspiración para imaginar una teoría, pero nunca podría hacer referencia
explícita a esta idea de poder ver en un cuerpo humano los movimientos de los
planetas, por ejemplo, o de intuir que existe unidad y simpatía en todas las
cosas. La misma frase, por otro lado, tiene una gran utilidad filosófica y
espiritual como un principio que llama a tener una experiencia individual de
esta similitud.
Hablando sobre el sistema mítico-filosófico de los griegos,
Manly P. Hall dice: "todas las fábulas provienen de la fábula más grande
de todas: la Naturaleza". Hall usa "fábula" casi siempre como
sinónimo de mito, y podemos apreciar aquí una idea muy distinta de la
concepción de la naturaleza que tenemos actualmente. Para los antiguos la
naturaleza es la capa más densa de la mente, pero sigue siendo res cogita y está animada, por lo cual es un proceso que
comunica, aunque secretamente, una historia (la etimología de "mito"
es: historia, relato, habla, palabra). Hay otra idea oculta aquí también, y es
que la naturaleza es el artificio del espíritu (o el símbolo del espíritu,
según Emerson), ya que la materia no está separada --o lo está sólo
ilusoriamente-- del espíritu: es correlato de lo divino, es el vehículo de la
conciencia para aparecer en el mundo (soma es el sema del alma, dice Platón)
por lo cual es una especie de sustancia fantasmagórica, volátil, manipulable,
de gran (psico) plasticidad, "such stuff as dreams are made on", como
dice el hechicero Próspero en La tempestad. La naturaleza es esencialmente fabulosa
y fantástica; la materia es la tela caleidoscópica de Maia. El que hoy hayamos
identificado el mito con la mentira y la falsedad dice mucho de nuestra
cosmovisión: creemos que la naturaleza es muda y por lo tanto su mito, sus
palabras e historias deben de ser falsas, puesto que no tiene inteligencia,
alma o significado. Dialogar con la naturaleza es hoy en día un signo de
locura, la esencia de la irracionalidad. Valdría recordar aquí, como
encantamiento contrapuntístico, la mítica frase de Adorno: "El arte es
magia liberada de la mentira de ser verdad". O tejiendo aún más la madeja
del mitologema fractal, James Hillman: "De la misma forma que las verdades
son las ficciones de lo racional, las ficciones son las verdades de lo imaginal".
Esta es la diferencia fundamental del pensamiento antiguo,
que el mundo imaginal no es tenido solamente como una fabricación del
pensamiento humano. El alma y la imaginación existen en la naturaleza o, quizás
mejor dicho, la naturaleza existe dentro de la mente (nous): es su mito, la
fábula suprema, que cuenta una misma historia una y otra vez con leves
variaciones. Hillman, siguiendo el eide platónico, nos pide considerar la
posibilidad de que el cuerpo sea una imagen o una sombra del alma y no al
revés. Manly P. Hall señala: "La naturaleza nunca habla de manera
determinada: 'haz esto o no hagas esto otro', presenta espectáculos, imágenes
no literales". Los que buscan respuestas deben dejarse seducir por el
misterio y penetrar el mundo de la imaginación: "Los hombres que buscaban
su propio destino y significado tenían que peregrinar en la noche, en el
desierto, y pedir al fuego revelación, las respuestas llegaban en los sueños,
en el contacto con el subconsciente". Este es el estado de ánimo en el que
nos sitúa el mito, que según Joseph Campbell "es el sueño colectivo de la
humanidad", mientras que los sueños individuales son "mitos
privados". Los sueños colectivos de los griegos, los mitos, son sueños
esencialmente filosóficos, una filosofía que
nace también del mundo imaginal.
Es probable que exista un paralelo entre la irrelevancia que
nuestra cultura otorga al mito y la poca importancia que usualmente le damos a
nuestros sueños. Pese a que buena parte --y probablemente la más rica-- de
nuestra vida psíquica ocurre oníricamente, la gran mayoría de nosotros no
considera que los sueños son una vía legitima --y mucho menos vía regia-- de
conocer el mundo. Creemos a lo mucho que los sueños nos revelan cosas de
nuestro pasado, traumas, represiones, deseos insatisfechos, etc., pero siempre
cosas de nuestra vida despierta; no consideramos la posibilidad de que su
narrativa sea una historia coherente en sí misma, dueña de una voz propia; si
la comparamos con la narrativa de nuestra vigilia resulta aberrante, absurda y
a fin de cuentas prescindible. Es decir, descalificamos de entrada el lenguaje
y la propia forma de articularse de los sueños, no le conferimos agencia y le
exigimos al sueño que se explique en términos del ego y de la vigilia,
evangelizando a los monstruos (y ángeles) de la noche con la aniquiladora luz
del día. Pero, como dijimos anteriormente de la naturaleza, Hillman nos sugiere
la idea de que más que nosotros tengamos sueños, como pensamos siempre ya
despiertos, los sueños nos tienen a nosotros: en el sueño viajamos al
inframundo, nos encontramos en la mente de Hades y estamos sujetos a sus leyes
imaginales. Los budistas explican que no hay un pensador detrás de los
pensamientos, es una ilusión de la mente que "tengamos" pensamientos,
en todo caso el pensamiento nos tiene a nosotros, es la experiencia misma la
que experimenta a través de nosotros.
Todo esto para llegar a un principio de revaluación práctica
del mito, no sólo ya teórico (es decir no sólo la visión mística, también la
experiencia y el acto de resonancia moral que resulta del entendimiento que se
practica). En su Poética, Aristóteles señala que el mito es "el
principio" y "alma de la tragedia". Siguiendo el tema que hemos
desarrollado, podemos extrapolar y decir que una educación que le dé
importancia al "alma", y tenga conciencia trágica (y por lo tanto
estética) debe considerar al mito como parte fundamental de su didáctica. Dicho
de otra forma, siempre y cuando le demos importancia a las historias, a los
relatos y a las narrativas (a lo que hoy llamamos "contenido") y les
asignemos un valor estético y moral, el mito debe tener un papel central.
Actualmente la mayoría de las personas reconoce el "poder de la
historias" como elemento de contacto humano y de transferencia empática.
El mito, sin embargo, conlleva algo más que una simple historia, nos habla de
un misterio, de una iniciación y de una participación activa en el
conocimiento. Lo mítico está ligado indisociablemente a lo mistérico. Manly P.
Hall nos dice que "los mitos son el registro eterno de la vida psíquica
del hombre" y también son "la historia intuitiva del Ser". El
mito tiene entonces el poder no sólo de involucrarnos con una historia, sino de
referirnos a las historias que tienen alma y que han superado el paso del
tiempo (porque tienen alma). El mito nos acerca al origen insondable; se ha
dicho que el mito es "la historia de la prehistoria" y "aquello
que nunca pasó pero sigue pasando". ¿Qué es aquello que nunca pasó pero
sigue pasando? Esto no es algo que podamos entender con un pensamiento
lógico-racional y, sin embargo, la idea nos seduce, nos pide resolver un
enigma, nos confronta de nuevo con lo mágico-maravilloso, con las centellas de
la fragua del demiurgo. El mito es también lo enigmático, la existencia como
seducción misteriosa, la esfinge en los huesos del hombre.
UNA EDUCACIÓN CON ALMA ES UNA EDUCACIÓN CON MYTHOS
El valor didáctico y hasta heurístico de los mitos está en
que invitan a un proceso de misterio y desvelo. A diferencia de cuando a un
estudiante se le dice que memorice algo para un examen, un mito lo presenta con
un reto de conocimiento, donde siempre es posible que no encuentre la
respuesta. E incluso, de encontrar esa respuesta, no podrá estar seguro de
tenerla de la misma forma que se tiene una evidencia científica. Sólo podrá
intuir que sabe el significado del mito o que ha podido vislumbrar su esencia,
es otro tipo de certeza. Dice Manly P. Hall: "los hechos provocan
aprobación o rechazo, son una superficie plana... el conocimiento obvio no es
controversial ni estimulante". Y "la educación moderna produce
estudiantes que memorizan hechos, pero no son intrigados a explorar los
misterios detrás de los hechos". El paradigma moderno considera sólo el
mundo del fenómeno pero no le da cabida al mundo del noúmeno. El mito fomenta
un tipo de pensamiento que se pregunta "¿qué significa esto?" o
"¿de qué es símbolo este fenómeno?" y se interesa, a su vez, por la
belleza, por la "luz interna" que puede transmitir una historia,
porque en ello está también su verdad. Agrega Hall: "En tiempos pasados
los hombres anticipaban ser excitados en su imaginación para resolver cosas
extrañas y desconocidas, así desatando los poderes de la conciencia". En
otras palabras, el mito está cerca de una forma de percepción que no separa el
ejercicio intelectual del instinto y la intuición. Es decir, el mito es una
especie de lenguaje del alma. El historiador alemán Walter Otto nos dice que el
gran filólogo Christian Gottlieb Heyne comprendió que los mitos son "el
lenguaje primordial de los espíritus, que sólo mediante imágenes y metáforas
sabían expresar su emoción ante las grandiosas formas de la realidad
universal".
Por último quiero aclarar, por si no fuera evidente, que los
griegos --y algunas otras civilizaciones antiguas-- llegaron a una refinación
del pensamiento, que aquí llamamos mítico pero que en su época no estaba
dividido del "Logos" que en Occidente se convirtió en la razón
cartesiana, que les permitió percibir a los dioses de los mitos como símbolos y
arquetipos de principios y procesos cósmicos. Comprender, como queda claro en
el diálogo platónico de El Banquete, por ejemplo, que Eros es un estado mental
y a la vez un dios y un principio motor del mundo y puede ser todos estos sin
contradicción porque es una manifestación de la unidad que se proyecta a sí
misma en la multiplicidad del mundo, es una rutilante prefiguración de los
arquetipos y el inconsciente colectivo de Jung. Estamos aquí ante la cumbre del pensamiento simbólico. Platón
no creía literalmente que Afrodita nació de los genitales de Urano (el cielo)
lanzados al océano (esto es una alegoría del Alma increada que viene del cielo)
o que Prometeo robó literalmente el fuego divino y luego fue encadenado a una
piedra para que un águila devorara su hígado por la eternidad, sabía que estas
fábulas describían procesos cósmicos y eran metáforas y analogías didácticas que
codificaban un sistema de conocimiento (una paradosis). "Los griegos
sabían que estos mitos eran los revestimientos o sombras de verdades
filosóficas, en las que cosas difíciles de comunicar eran arcanamente intimadas
excitando los poderes intelectuales del hombre para que contemple los misterios
universales", dice Hall. Por eso los mitos estaban tan ligados a los ritos
iniciáticos, como es el caso de los misterios de Eleusis y el rapto de
Perséfone. Esto es algo que hemos perdido hoy, la iniciación como conducto de
hacer de la filosofía y el conocimiento no sólo verbosidad y techne, sino
experiencia viva, transformación del individuo. La preocupación de Sócrates se
ha confirmado, al parecer los sofistas llevan ganada la partida.
Hermes vio la totalidad. Habiendo visto, entendió. Habiendo entendido, tuvo el poder de revelar y mostrar. Y así, lo que supo, lo escribió. Lo que escribió, mayormente lo ocultó, manteniendo silencio, en lugar de hablar en voz alta, de tal manera que cada generación que viene al mundo debe de buscar estas cosas.
~ Kore Kosmou ~
Hermes vio la totalidad. Habiendo visto, entendió. Habiendo entendido, tuvo el poder de revelar y mostrar. Y así, lo que supo, lo escribió. Lo que escribió, mayormente lo ocultó, manteniendo silencio, en lugar de hablar en voz alta, de tal manera que cada generación que viene al mundo debe de buscar estas cosas.
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