El estado R.E.M en el que se presentan sueños vívidos es un
misterio para la ciencia. Dormir es biológicamente necesario y cumple con una
función más o menos obvia, pero soñar es distinto; en primera instancia no
tiene una explicación evolucionista muy clara. Es un tanto extraño, ¿por qué
los seres humanos y algunos animales cuando duermen experimentan realidades
alternas, todas las noches su cerebro se convierte en un proyector holográfico
de películas con una narrativa ilógica?
Existen, por supuesto, varias teorías científicas sobre por
qué soñamos, ninguna aceptada completamente, aunque algunas más interesantes
que el reduccionismo de que el soñar es algo que se produce aleatoriamente en
el transcurso de la evolución, un epifenómeno de la materia que no tiene ningún
significado. Teorías más o menos recientes han considerado la posibilidad de
que los sueños tienen la función de ayudar a procesar emociones, crear
escenarios para que ensayemos soluciones a problemas y consolidar aprendizaje.
La psicología, a partir de Freud, ha concebido a los sueños como irrupciones de
material inconsciente que puede usarse para entender los procesos de la psique,
las motivaciones y deseos ocultos que dominan nuestra vida sin que seamos
conscientes de ello.
Carl Jung, por ejemplo, entendió que los sueños podían usarse
para sanar e integrar la psique y contenían, como si fuere, una mensajería del
alma codificada en un lenguaje simbólico. En esto no es del todo original;
filósofos antiguos vieron el mundo onírico como un reflejo de la espiritualidad,
un tema común a todas las religiones; el neoplatónico Sinesio, por ejemplo,
consideró que los sueños podían trabajarse y purificarse para reflejar, al
volverlos un límpido espejo, del mundo divino.
Desde una dimensión espiritual del ser humano, es desde
donde podemos entender la función de los sueños.
A diferencia de la visión materialista-evolucionista, para
diversas tradiciones religiosas, la conciencia no es el resultado de la
evolución de la materia, sino que la materia es causada por la conciencia; los
científicos materialistas creen que la conciencia es una ilusión que genera la
materia; de manera exactamente opuesta la filosofía espiritual de tradiciones
como el budismo o el hinduismo o el platonismo cree que la materia es el
espejismo de la conciencia, la percepción errónea de la realidad que se genera
por la ignorancia.
Así entonces la conciencia está en el principio de la
evolución y la evolución no es más que un regreso a o un reconocimiento de la naturaleza
original que es la conciencia. En este sentido la evolución es también una
ilusión, o una verdad relativa que sólo existe mientras prevalece la ignorancia
de la condición original que es la conciencia pura.
Así podemos hablar de una función evolutiva de los sueños
desde una perspectiva relativista solamente: los sueños ayudan a reconocer la
condición original mostrando la naturaleza ilusoria de los fenómenos, los
cuales son tomados como reales, sustanciales y separados en una dualidad
sujeto-objeto. Los sueños, como creen algunos científicos, sí son escenarios
para resolver problemas y ensayar hipótesis, y el conocimiento que revelan es
el de que el mundo que experimentamos es producido por nuestra mente.
La inquietante pregunta que se produce naturalmente en el
soñador, quien reconoce al despertar que lo que soñó fue producido por su
propia mente, es sí el mundo aparentemente externo e independiente que llamamos
vigilia no es también dependiente a su mente, de ciertas causas y condiciones
que no pueden separarse de su propia mente y sus actividades mentales pasadas
(o, según el budismo, su karma). Y entonces una luminosa posibilidad, una
pregunta y un anhelo ¿podría cesar todo el peso opresivo de la realidad de la
vigilia cuya naturaleza esencial parece ser la insatisfacción, si, de la misma
manera que en los sueños, sólo notamos que nosotros estamos produciendo los
fenómenos que percibimos como externos con nuestra mente?
Esta es en gran medida la pregunta que brota espontáneamente
en el famoso sueño de Chuang Tzu:
Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba
si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba
soñando que era Tzu.
Esta duda ontológica es algo que ocurre naturalmente, no es
el resultado de una elaboración filosófica compleja; si nos puede parecer
radical es sólo porque estamos muy acostumbrados a tomar el partido de la
vigilia. Creemos que la vigilia es real porque supuestamente está poblada de
objetos independientes y sólidos que pueden ser verificados por las demás
personas. Sin embargo, todas las cosas que vemos las vemos solamente a través
de nuestra conciencia, no en sí mismas, son una interpretación, no algo que
tenga existencia intrínseca ("la materia es una opinión, la sustancia un
rumor", ha dicho David Chaim Smith). Y aunque las personas puedan más o
menos coincidir que ven lo mismo que nosotros en sus descripciones conceptuales
de los objetos, no sabemos realmente si ven lo mismo que nosotros, sólo que
tienen conceptos similares para describir las cosas que vemos. No hay forma de
transferir experiencia porque siempre vemos nuestra propia conciencia.
El maestro budista y físico, Alan Wallace explica:
Los sueños lúcidos proveen el escenario ideal para examinar
la naturaleza esencial de los sueños y la realidad y la relación entre el
estado de sueño y la vigilia. Según investigación científica, la principal
diferencia entre los sueños y la imaginación y la percepción de la vigilia, es
que las experiencias de la vigilia son directamente excitadas por los estímulos
del mundo externo, mientras que la imaginación y los sueños son creaciones
irrestrictas, libres de las influencias físicas y ambientales. Para el pensamiento
budista, sin embargo, la ciencia occidental sólo cuenta la mitad de la
historia. El budismo y la ciencia, ambos, están de acuerdo en que aunque
objetos visuales, sonidos y sensaciones táctiles del mundo alrededor parecen
existir allá afuera, no tiene existencia separada de nuestra percepción
consciente de ellas. PERO EL BUDISMO AÑADE QUE LA MASA, ENERGÍA, ESPACIO Y
TIEMPO COMO SON CONCEBIDOS POR LA MENTE HUMANA, TAMPOCO TIENEN EXISTENCIA
SEPARADA DE NUESTRA CONCIENCIA CONCEPTUAL DE LAS MISMAS --NO MÁS QUE NUESTROS
SUEÑOS CADA NOCHE–. TODAS LAS APARIENCIAS EXISTEN SÓLO EN RELACIÓN A LA MENTE
QUE LAS EXPERIMENTA, Y TODOS LOS ESTADOS MENTALES SURGEN EN RELACIÓN A LOS
FENÓMENOS EXPERIMENTADOS. Vivimos en un universo participatorio, sin sujetos y
objetos absolutos. Con este énfasis principal en la naturaleza ilusoria tanto
de la realidad de la vigilia como la de los sueños, los budistas tibetanos
formularon un sistema de enseñanzas llamado "yoga de los sueños" hace
más de mil años, el cual usa el poder de los sueños lúcidos para deshacer las
ilusiones y abrir una puerta a la iluminación.
Esta es otra de las particularidades de los sueños que son
difíciles de explicar desde una perspectiva materialista evolutiva: tenemos la
capacidad de darnos cuenta de que son sueños y seguir soñando, cobrar lucidez.
Cuando esto ocurre el individuo puede hacer todo tipo de experimentos sobre la
naturaleza del espacio onírico (y de hecho algunos experimentados soñadores
lúcidos los hacen). El sueño provee un escenario inicial para explorar la
naturaleza ilusoria de la realidad; una investigación que luego puede
trasladarse al plano de la vigilia. El resultado del experimento, en el flash
del conocimiento, es el despertar en un continuum más allá del sueño y la
vigilia.
El budismo tibetano enseña que de la misma manera que los
sueños aparentan ser reales mientras seguimos soñando, la realidad también
aparenta ser real solamente mientras tenemos una percepción ilusoria de la
misma. Se cree que de la misma manera que nuestras experiencias despiertas
afectan el contenido de nuestros sueños, las experiencias que vivimos en los
sueños pueden afectar nuestra experiencia en la vigilia. Por ejemplo, una
pesadilla puede afectarnos después de que hemos despertado creando una serie de
emociones negativas, tensiones y una influencia inconsciente en nuestro estado
mental despierto. Nuestro dualismo es tal que los dividimos tajantemente, como
si fueran dos mundos cerrados y separados el uno del otro, generalmente
identificándonos con la vigilia, la cual arbitraria y convencionalmente
designamos como real (y los sueños como irreales).
En sus enseñanzas orientadas a la iluminación o la
liberación, el budismo mahayana considera que el entendimiento de que todos los
fenómenos son ilusorios (son como sueños) es la perspectiva correcta que
produce lo que llama bodhicitta absoluta, literalmente la mente del despertar,
igual al Buda.
El maestro budista Dzigar Kongtrul hace un comentario a uno
de los eslogans del lojong en su libro Intelligence of the Heart:
Los eslogans de la bodhicitta absoluta nos dan un método
paso a paso para entender la vacuidad en niveles progresivamente más sutiles.
Este eslogan nos pide que observemos las características de nuestros sueños y
veamos lo que tienen en común con nuestra experiencia en la vigilia. Los sueños
sólo ocurren bajo ciertas condiciones. Sólo podemos experimentar un sueño
cuando estamos dormidos. Esto significa que los sueños no existen "allá
afuera" por su propia cuenta. Sólo aparecen cuando una persona entra en un
estado mental particular. Esto es bastante obvio en el caso de los sueños,
pero, ¿cuándo se trata de nuestra experiencia despierta? Cuando estamos
dormidos, nuestros sueños nos afectan y convencen de su realidad porque no nos
damos cuenta de que estamos soñando. Similarmente, cuando estamos despiertos,
estamos convencidos de que las cosas son reales porque no nos damos cuenta de
que estamos malinterpretando lo que estamos percibiendo. De la misma manera que
los sueños son una función de nuestro estar dormidos, los fenómenos diurnos son
una función de nuestra falta de entendimiento. Durante el día tenemos varias
percepciones que consideramos como "realidad". Por ejemplo, vemos una
mesa. Pero nuestra experiencia de la mesa no está basada en ver lo que está
ahí. Está basada en ver lo que pensamos que está ahí. Vemos la mesa como un
objeto inmutable. Aunque estamos conscientes de que en algún punto la mesa
envejecerá y eventualmente será destruida, vemos la mesa de hoy igual que la
mesa de ayer o la de mañana. Pero esto no es verdad. Para que la mesa envejezca
debe cambiar cada instante. Al darle a este fenómeno, que es un cambio
continuo, el nombre de mesa, estamos tratando de fijar con lenguaje algo que no
puede ser fijado. Si una mesa no permanece igual, ni siquiera un instante,
siempre se está convirtiendo en un nuevo objeto.
Una de las razones por las cuales el budismo sostiene que la
realidad es como un sueño es porque las cosas están vacías de existencia
intrínseca, no son substanciales (las cosas están hechas de átomos, pero los
átomos no son cosas, son sólo potenciales de energía) y dependen de ciertas
causas y condiciones de la misma manera que los objetos de un sueño dependen de
ciertas causas y condiciones dentro de la mente del soñador.
El maestro de la tradición nyingma del budismo tibetano,
Thinley Norbu Rinpoche explica la función del sueño en su libro White Sail:
"La esencia de la práctica del sueño es ver que los fenómenos de la
vigilia tienen las mismas cualidades ilusorias de los sueños". Esta
práctica tiene dos aspectos, sueños lúcidos dormidos, y sueños lúcidos en la
vigilia. En la primera, lo que se conoce simplemente como sueños lúcidos, el
practicante del yoga de los sueños entra al sueño sin perder la conciencia
--utilizando alguna técnica de visualización y concentración, como puede ser
enfocarse en una luz en su corazón. Durante el sueño, consciente, se estabiliza
en esa luminosidad y luego disuelve toda su experiencia onírica en la luz:
"gradualmente disolvemos sueños positivos y negativos en un espacio
luminoso inmaculado", dice Thinley Norbu. Durante el día, el practicante
del yoga de los sueños, se recuerda a sí mismo que los fenómenos que
experimenta no son reales, tienen existencia independiente. Hace lúcida la realidad,
notando su vacuidad. Borges curiosamente entendió esto muy bien, en su ensayo
sobre el budismo señala: En los monasterios budistas uno de los ejercicios es
este: el neófito tiene que vivir cada momento de su vida viviéndolo plenamente.
Debe pensar: "ahora es el mediodía, ahora estoy atravesando el patio,
ahora me encontraré con el superior", y al mismo tiempo debe pensar que el
mediodía, el patio y el superior son irreales, son tan irreales como él y como
sus pensamientos. [...] debemos llegar a comprender que el mundo es una
aparición, un sueño, que la vida es sueño. Pero eso debemos sentirlo
profundamente, llegar a ello a través de los ejercicios de meditación.
En prácticas de meditación más avanzadas, como las que son
parte del dzogchén, el practicante disuelve también el mundo exterior de los
fenómenos en el espacio no-dual de la conciencia. Deja de experimentarse como
un sujeto separado que experimenta objetos y logra la comprensión de la
inseparabilidad de la conciencia primordial y los fenómenos. Este es el
misterio de qué el mundo es vacuidad y sin embargo se manifiesta, aparece. El
soñador entonces despierta en el sueño, pero no deja de seguir experimentando
las apariciones del sueño. Lo que cambia es que éstas ya no le producen
angustia, miedo, apego o demás sensaciones, de la misma manera que una
serpiente deja de ser percibida como una amenaza cuando descubrimos que era una
cuerda. "Si hemos reconocido que todos los fenómenos son la aparición
insustancial, abierta y desapegada de la conciencia primordial, entonces, todo
se libera", dice Thinley Norbu. Este es el ejemplo primordial de como la
verdad libera. Los fenómenos se convierten entonces, desde la mente que se ha
reconocido como el soberano del sueño, en gnosis, dicha y gozo estético puro. Un néctar infinito del cual todo soñador
lúcido ha probado una primera gota.
En resumen, la ciencia moderna no ha logrado explicar la
función de los sueños. Pero en el Tíbet, hace alrededor de 1200 años
--siguiendo lo desarrollado por el Buda Shakiamuni hace 2500 años--, llegaron a
una conclusión que puede iluminar este misterio.
- Los sueños nos hacen probar cómo la mente puede generar
todo un mundo complejo que tomamos como independiente de nosotros mismos. Que
podemos engañarnos de tal forma que pensemos que lo que vivimos tiene una
existencia intrínseca separada de nuestra propia mente y, como tal, es capaz de
generar toda una serie de eventos más allá de nuestro poder, que nos hacen
sufrir. - Claro, luego despertamos y nos damos cuenta, con alivio, que era sólo
una ilusión. Al descubrir que ésta es la naturaleza de los sueños --que no son
reales o que no tienen existencia independiente-- es sólo natural que
interroguemos la vigilia de la misma manera.
Éste sería el sentido de los sueños para el budismo tibetano
y seguramente también para otras tradiciones: que los sueños pueden usarse para
descubrir que el mundo también es un sueño, que es una representación teatral
de luz escrita y actuada por la mente.
SOÑAR, PARADÓJICAMENTE, TIENE LA FUNCIÓN EVOLUTIVA DE
HACERNOS DESPERTAR.
Por: Alejandro Martínez Gallardo (pijamasurf.com)
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