domingo, 26 de octubre de 2014

El Bhágavad-guitá



Su contenido es la conversación entre Krisná - a quien los hinduistas consideran una encarnación de Visnú  y su primo y amigo Arjuna en el campo de batalla, en los instantes previos al inicio de la guerra de Kurukshetra. Respondiendo a la confusión y el dilema moral de Arjuna, Krisná explica a éste sus deberes como guerrero y príncipe, haciéndolo con ejemplos y analogías de doctrinas yóguicas y vedánticas.
Esto ha hecho que el Bhágavad-guitá sea considerado un resumen breve de las doctrinas hinduistas. Durante su discurso, Krisná revela su identidad como el ‘mismísimo Dios Absoluto’, bendiciendo a Arjuna con una impresionante visión de su divina forma universal.



Fragmento:

El sentido de esta lucha lo podemos entender claramente cuando en la llanura de Kurú, Arjuna cae en el desánimo negándose a combatir. Entonces Krishna le dice:
“Te lamentas por quienes no debieras lamentarte. ¡Aun son tus palabras de falaz sabiduría!. 

El sabio no se lamenta por los vivos ni por los muertos.
Ni yo ni tú ni esos príncipes de hombres, en tiempo alguno hemos dejado de ser ni dejaremos de ser en adelante.
El contacto con la materia, ¡oh, hijo de Kuntî!, da calor y frío, placer y dolor, que en alternativos vaivenes se funden transitoriamente. Sopórtalos con valor, ¡oh, Bhârata!.

El hombre a quien ni el placer ni el dolor conturban ¡oh, jefe de hombres!, y entre su balanceo permanece firme es merecedor de la inmortalidad.
Lo que no existe no tiene ser y lo que existe jamás dejará de ser. La verdad de ello ha sido percibida por los videntes de la esencia de las cosas.
Indestructible es Aquel que todo lo penetra. Nada ni nadie puede aniquilar a este imperecedero Ser.
Finitos son estos cuerpos del encarnado Ser, eterno, indestructible, inmenso. Así pues, ¡combate, oh, Bhârata!.
Ignorantes son quienes miran como matador al que mora en el cuerpo y quienes lo creen muerto. El espíritu no puede matar ni morir.
Porque nunca tuvo principio ni tendrá fin; ni habiendo sido cesará jamás de ser. Es nonato, perpetuo, remoto, eterno, y no muere cuando muere el cuerpo. (...) Arma alguna puede herirle ni fuego abrasarle ni agua humedecerle ni viento orearle.
Porque es invulnerable, incombustible, impermeable e inoreable. Es perpetuo, omnidifuso, permanente, inamovible y remoto.
Invisible, inescrutable e inmutable. Si así lo reconoces no has de afligirte.
Porque en verdad, la muerte es segura para los nacidos al igual que el nacimiento es seguro para los muertos. 

Así, no debes afligirte por lo inevitable.
Siempre invulnerable es, ¡oh, Bhârata!, el morador del cuerpo. Así, no te aflijas por criatura alguna.
Además, advierte tus deberes y no vaciles; porque nada hay más acepto a un Kchattriya que la guerra justa.
Felices, ¡oh, Pârtha!, los Kchattriyas que militan en tal lucha, porque es no buscada coyuntura que les abre las puertas del cielo.
Pero si con desprecio de tus deberes y mancillando tu honor rehusas emprender esta justa guerra, caerás en pecado.
Las gentes pregonarán tu perpetua deshonra; y para quien bien se estima, mucho peor es la deshonra que la muerte.
Los jefes creerán que por cobardía rehuyes el combate, y te verás menospreciado por ellos que tan animoso te juzgaban.
Voces despectivas derramarán sobre ti tus enemigos difamando tu esfuerzo.
¿Qué mayor afrenta?.
Muerto ganarás el cielo; victorioso, dominarás la tierra. Así pues, yérguete, ¡oh, hijo de Kuntî!, y determínate a luchar.
Aceptando por igual el placer y el dolor, la ganancia y la pérdida, el triunfo y la derrota, predisponte a la batalla. Así no caerás en pecado.”

 Concluyendo: “Harás, lo que deba hacerse, sin tener en cuenta las consecuencias o los resultados obtenidos”

Según la tradición de la India, “el universo material es el sueño de un dios que después de cien años de Brahma se disuelve y el universo se disuelve con él, hasta que después de otro siglo empieza a moverse y se recupera iniciándose nuevamente su gran sueño del loto cósmico”.

El mismo Krishna declara:

«Siempre que la rectitud decae y aumenta la injusticia, yo me manifiesto; y para la protección de los virtuosos, la destrucción de los viciosos  y el restablecimiento de la rectitud, yo encarno de era en era»
(Bhagavad-guita, capítulo IV, versos 7-8).



El discurso del Bhágavad-guitá se inicia en las postrimerías de la batalla de Kurukshetra. Comienza con el príncipe pándava Áryuna, que se encuentra repleto de dudas en pleno campo de batalla. Consciente de que sus enemigos son sus propios parientes, amigos queridos y venerados maestros, Áryuna se dirige a su auriga, Krisná, buscando consejo.
Krisná aconseja a Áryuna con la idea del dharma, es decir, el deber religioso. Comienza con el principio de que el alma es eterna e inmortal.
Cualquier muerte en el campo de batalla solo supondría el desprendimiento del cuerpo, pero el alma es permanente. Áryuna no logra entender la naturaleza de las cosas. Su prurito en matar es un impedimento para el correcto dharma. Esencialmente, Áryuna desea abandonar la batalla sin intervenir; sin embargo, Krisná le advierte que si no interviene, el orden establecido se rompería.
Con el objetivo de clarificar su consejo, Krisná expone los distintos procesos de yoga y la comprensión de la verdadera naturaleza del universo.

CONCLUSIÓN:

Fundamentalmente, el Bhágavad-guitá propone que Para el Espíritu no hay vida ni muerte creada sino ilusión y, Por lo tanto, no hay pecado ni culpa, no hay deuda que saldar ni Karma: si la decisión procede del Espíritu, la acción no producirá efecto posterior sobre Sí mismo porque la Ilusión carece de capacidad para actuar sobre la Realidad del Ser. Sim embargo un Kshatriya debe cumplir una condición esencial para que su naturaleza espiritual predomine sobre la parte anímica o animal: debe endurecer su corazón, debe "echar fuera esa debilidad no indo-aria", vale decir, debe despojarse de todo sentimiento compasivo hacia quienes no son sino actores de un argumento kármico, pura Ilusión; ellos no existen realmente no viven, o como dice Krishna "ya están muertos en mi". Sólo un verdadero Kshatriya quien posee un corazón duro cómo la piedra y frío cómo el Hielo puede realizar tal acción, incluso matar, sin que el Karma lo toque.

Visión Griega: 
Helios representa la estrella solar y Apolo su auriga y Prometeo roba el carro del sol.

Es el carro Prometeico de Khrisna/ Apolo/ Kristos Lucifer como cuerpo inmortal de luz (cuerpo Solar) en oposición estratégica al Merkaba, la carroza de Jehová-Satanás y cárcel material del hombre.



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