Entrevistamos al alquimista, astrólogo y espagirista Álvaro
Remiro, quien nos introduce a los secretos de las artes herméticas: disolver y
coagular el espíritu universal, preparar remedios en simetría dinámica con el
cosmos y conducir a animal, vegetal o metal a su vocación: el oro filosófico.
Álvaro Remiro es una de las pocas personas que aún conservan
el antiguo arte de la espagiria, esto es, un modo de agricultura celeste,
estrechamente ligada a la alquimia y la astrología, cuyo fin es extraer de las
plantas el espíritu o la energía vital para preparar tinturas y elixires
medicinales. Álvaro es también astrólogo tradicional e investigador de las
artes herméticas, temas de los cuales imparte cursos en España y otros países
de Latinoamérica.
Álvaro, es un gusto que hayas accedido a esta entrevista y
para mí siempre un placer encontrar alguien con quien platicar de este tipo de
temas cuya historia es tan rica y cuya presencia en la cultura moderna es tan
discreta. Cuéntanos, ¿cómo te acercaste a la espagiria y a la filosofía
hermética?
Muchas gracias Alejandro, por permitirme dar a conocer un
poco de lo que el Arte tiene para nosotros.
Ya desde pequeño tenía una gran curiosidad por los secretos
de la vida y de la muerte, esta curiosidad fue acrecentándose al introducirme
en los misterios velados en la cultura egipcia o reflexionando sobre la
posibilidad de la vida después de la muerte; y ya para los 14 años temas como
la reencarnación, las psicofonías y la astrología ocupaban mi mente de manera
casi permanente.
Una vez llegada la juventud, decidí iniciarme en la
búsqueda: indagué en la astrología, en la medicina china, en la sanación, y
junto a un grupo de amigos, acudía a cualquier foro en busca de respuestas para
las preguntas existenciales que entonces todos nos planteábamos, pensando
siempre que habría una respuesta común, una única verdad que lo pudiera
explicar todo. Las diferentes explicaciones de los paradigmas aparentemente
eran incoherentes, hasta que un día acudimos a un curso de espagiria en el que tuve la suerte de
encontrar a mi maestro: Yabir abu Omar. Durante el descanso del curso tenía
claro que por fin había encontrado lo que estaba buscando, que la espagiria y
la alquimia eran mi vía de realización personal y la manera más apropiada en la
que podía englobar esa búsqueda para conocer cómo funciona el universo.
Ese fue el momento que cambió mi vida por completo, marcó un
antes y un después; y ese después ha sido un presente constante marcado por la
filosofía hermética y el conocimiento alquímico.
La espagiria es la materialización del principio alquímico
de solve et coagula. Esto es un movimiento universal, un ritmo que puede
observarse en todas las cosas. El escritor italiano Roberto Calasso, en su obra
sobre la filosofía de los Vedas, Ardor, observa que en todos los actos está
implícita "la alternancia de dos gestos: dispersar y recolectar",
gestos "inevitablemente concebidos, como la respiración, sístole,
diástole, el solve et coagula". ¿Cómo podemos entender este ritmo de expansión
y contracción, manifestación y absorción, disolución y coagulación en el
trabajo de la alquimia, en las plantas y en los metales?
El solve et coagula es el ritmo básico del universo, todo lo
que podamos observar en el mundo “real”
se está coagulando o se está disolviendo. Los antiguos sabios también lo
denominaban “el mundo de la generación y de la corrupción”. Las cosas
invariablemente se materializan para su posterior desmaterialización, esto
también lo podemos entender como que todo tiende hacia un sentido concreto, que
es su vocatio, es decir, hacia la tendencia natural en la que ha de expresar su
forma espiritual en la materia, para después disolverse. Todo lo que nace
muere, todo lo que se manifiesta surge de lo no manifestado.
Cuando en espagiria trabajamos con un vegetal, éste está
coagulado o se está coagulando, intentando expresar su espíritu a través de la
materia en una forma vegetal. El espagirista, en la elaboración del remedio,
incita en el vegetal el ritmo del coagula et solve para llevarlo a su
perfección separando, purificando y uniendo otra vez. Para elaborar un remedio
debe disolver la materia procurando que no se pierda el espíritu, debe separar
las diferentes partes que la componen: su sulphur, su mercurio y su sal. En
este sentido, la planta es Osiris, y el espagirista, como Seth, debe separar
sus miembros para, después de su purificación, ahora como Isis, recomponer los
tres mismos elementos: sulphur, mercurio y sal, eliminando las impurezas, lo
grosero, para que el vegetal se transmute en remedio donde pueda expresar su
expresión espiritual. El espagirista debe saber fijar el espíritu y despertarlo
para que el remedio sea un remedio vivo.
Con los minerales y los metales el procedimiento es muy
similar, con la diferencia de que cuesta más esfuerzo romper la cohesión
material y extraer y fijar el espíritu.
El espíritu ordena la materia y ésta manifiesta la forma
vocacional del espíritu, constantemente presenciamos una forma de lucha entre
la fuerza centrípeta de la materia y la centrifuga del espíritu, la lucha del
dragón terrestre con el dragón celeste, y el resultado de esta lucha siempre es
una sal, donde aparentemente el solve et coagula se ha detenido, digo
aparentemente, pues este es un principio universal que nunca para. Esta sal
casi siempre será una forma rectificada (no perfecta o imperfecta) de la
expresión perfecta del espíritu, que se ve frenado o impedido por la materia,
pero al mismo tiempo la materia le nutre y le da cuerpo.
Por ello, la trasmutación desde el punto de vista hermético
no es una materia transformándose en otra, sino que es la liberación de los
frenos que impiden la perfecta manifestación del espíritu en la propia materia.
El plomo no se trasforma en oro, porque el espíritu que lo
anima siempre fue, es y será oro. El germen metálico es, en todos los casos,
una semilla que tiende al oro. El alquimista sólo tiene que disolver y purificar aquello que impide al
espíritu metálico manifestar su perfección.
Me llama mucho la atención la universalidad de este solve et
coagula no sólo en los procesos materiales sino también psíquicos. Me gustaría
reflexionar sobre su similitud con la definición de la filosofía que hace
Sócrates en el Fedón, donde dice que la filosofía es un entrenamiento para la
muerte, esencialmente una purificación o separación del alma del cuerpo, de lo
puro de lo impuro. Esto sugiere que el
mismo principio de la filosofía hermética está presente en el centro de
la tradición filosófica occidental. En un sentido filosófico, psicológico y espiritual,
¿cómo podríamos aplicar este principio de solve et coagula a nuestras vidas?
Somos entidades psicofísicas, por lo que tenemos varios
campos de expresión en los que el eterno ritmo solve et coagula puede
manifestarse.
El ser humano como todo ser, ya sea mineral, vegetal o
animal, está sometido a los mismos principios universales y tiene un sentido,
una evolución y un fin al que tiende que, en síntesis, es su vocación.
Lo mismo que el metal tiende al desarrollo de la perfección
metálica, el ser humano tiende hacia la perfección humana, que es el camino que
puede llevarlo hasta el grado máximo de lo que le define como ser humano. Hay
que tomar en cuenta que el hombre confunde muchas veces este grado de
perfección y, por ejemplo, se entrega en esta aparente búsqueda al desarrollo
de la fuerza física, pero ésta no es una característica propia de la perfección
humana sino de la perfección animal, por lo que no le ayudará en su desarrollo
hacia su vocación.
La filosofía es fundamental en el desarrollo de la vocación
del ser humano, ya que lo que le define como tal, lo que le diferencia de los
otros seres de la Tierra, no es otra cosa que lo que hemos convenido en
denominar conciencia. El ser humano tiene conciencia de sí mismo y es
precisamente esto lo que le hace compararse con el resto de la creación y que
se formule la pregunta primera: ¿quién soy? Para responder a esa pregunta el
ser humano se compara con la naturaleza, lo que le diferencia, lo que le
define, y va encontrando lo que en definitiva es la CONSTRUCION DEL EGO
consciente.
Mediante esta capacidad de compararse y comparar llega a lo
que denominamos conocimiento; sólo conocemos por comparación: algo es alto
porque lo otro es bajo, lo frío sólo puede existir si existe algo caliente.
Comparar entre dos polos, los dos polos que enmarcan el solve et coagula, el
sulphur y el mercurio, reconocer la dualidad, es simbólicamente la caída de
Adán tras morder la manzana del árbol del conocimiento.
El desarrollo vocacional del ser humano es harto complicado
puesto que a las causas exógenas que facilitan o impiden el correcto desarrollo
vocacional de un ser, al tener conciencia de sí mismo, se suman las causas
endógenas o internas; y aunado a ello, la capacidad de comparar le da al ser
humano la posibilidad de elegir, el libre albedrío, que es nuestro don y
nuestra maldición.
Ahondando en el concepto de la conciencia de sí mismo que
tiene el ser humano podríamos decir que el tigre no tiene conciencia de ser
tigre pero eso no le impide cumplir con su vocación de ser tigre y hacer cosas
de tigre, no se cuestiona si está bien o mal ser tigre, no se pregunta qué
sentido tiene ser tigre; sin embargo, si le dotáramos de conciencia humana se
compararía con el ciervo y tal vez decidiría que es mejor ser ciervo, y
empezaría a hacer cosas de ciervo como ponerse a pastar hierba, lo que le
causaría problemas estomacales y desnutrición. En este ejemplo lo más
importante es que para poder “ser” ciervo tendría que reprimir y distorsionar
la manifestación de su naturaleza (ser tigre) y buscar una forma rectificada
(imperfecta) que le acercara al ciervo, al mismo tiempo que le alejaría de su
vocatio.
Mi maestro decía que la vocación particular del ser humano
es ser feliz y que el ser humano es feliz cuando manifiesta correctamente su
vocación. La conciencia de “ser” algo hace que el hombre genere dos causas
endógenas (no podría ser de otra manera) que impiden la realización del Ser: el
miedo y el deseo; el miedo a manifestar lo que soy (por no ser aceptado) y el deseo de ser otra cosa que
no soy. Este par hace que genere formas rectificadas de mí mismo que me alejan
de mi esencia vocacional.
Así es que el ser humano genera un mundo psíquico donde
“vivir” estas supuestas realidades, un universo personal y virtual donde nace
la personalidad que es, por decirlo de forma simple, aquello que “creo” que
soy. Cuando lo que pienso que soy (la personalidad que crea mi mente) se acerca
a la manifestación vocacional de mi esencia (potencial arquetípico personal) me
acerco al estado de felicidad; sin embargo, cuando genero una personalidad que
se aleja de mi esencia ya sea por miedo o por deseo, me acerco al estado de
infelicidad, y si se mantiene ese estado en el tiempo invariablemente surge la
enfermedad.
Desde el punto de vista alquímico la personalidad es la SAL
imperfecta, una forma rectificada o imperfecta del espíritu que es necesario
disolver buscando una nueva expresión más pura, para lo cual, por difícil o
desagradable que nos parezca, el disolvente universal es la crisis, el caos, un
medio sin el cual sería imposible la trasmutación personal. No hay evolución
sin crisis, crisis y evolución se necesitan mutuamente para existir, como el
sulphur y el mercurio, la dualidad necesaria y sin embargo aparente.
Esto, que está explicado de una manera demasiado sencilla,
sería la aplicación de la alquimia en el trabajo psíquico. Es decir, partiendo
de una filosofía o forma de entender el mundo, es un trabajo psíquico cuyo
objetivo es el reconocimiento del propio ser o el encuentro con el impulso
vocacional que nos llevaría a un estado de serena felicidad, un estado en el
que, como dice Ibn Massarra, “el individuo encuentra la armonía entre sus actos
y su naturaleza”. Es sólo entonces cuando vendría el último trabajo, el
espiritual, que sería, según el mismo Massarra: “la realización de las
exigencias de la perfección esencial del Ser”, que equivaldría a la fase de la
perfección, exaltación o multiplicación de la piedra. El alquimista, al tiempo
que trabaja la piedra, debe trabajar con su propia piedra, consigo mismo.
Sé que es un tema vasto pero me gustaría que comentaras
brevemente sobre los tres principios o elementos centrales de la alquimia: el
mercurio, el azufre (o sulphur) y la sal. Claro que los alquimistas no se
refieren exactamente a lo que nosotros pensamos cuando hablamos de estas
sustancias, ¿o sí?
Esta pregunta no es fácil de contestar sin que aumente la
confusión entre los neófitos; mejor que darte una definición simple más o menos
comprensible, creo que deberíamos entrar en por qué resulta tan difícil de
comprender.
Lo primero sería decir que sulphur, mercurio y sal son tres
PRINCIPIOS y no tres estados de la materia, que los tres estados básicos de la
materia atienden a estos tres principios, pero los principios son inmateriales.
A un nivel filosófico podríamos decir que sulphur y mercurio
son dos polos que enmarcan la realidad dimensional, dos polos que me permiten
definir y comprender la realidad. También podríamos decir que el sulphur sería la
manifestación concreta del movimiento coagula y el mercurio la manifestación de
la tendencia solve. Podríamos definir a la sal como la concreción de cada una
de las infinitas posibilidades que se generan en la relación entre sulphur y
mercurio. También podríamos definir sulphur como activo, manifiesto, concreto,
especifico y ordenado, y mercurio como pasivo, no manifestado, inconcreto,
inespecífico o desordenado. El mercurio disuelve y vehicula al sulphur en su
seno. La sal es un concepto que nos permite determinar cuándo una relación
sulphur-mercurio es más o menos estable, y la apariencia es de solidez y
estabilidad. También la podríamos definir como una determinada proporción de
sulphur-mercurio que se fija o estabiliza aparentemente durante un tiempo.
Aurea Catena Homeri nos dice que el Espíritu Universal es un
principio de vida universal y no la causa de la vida en la Tierra. Esto nos
tendría que hacer reflexionar; desde aquí podríamos decir que en el mundo dimensional sulphur y mercurio no
existen en sí mismos ni pueden existir aislados, porque no puede haber mercurio
si al mismo tiempo no hay sulphur, con lo cual, algo es sulphur siempre y
cuando lo comparemos con un mercurio, que a su vez quedará definido como mercurio
gracias a la existencia del sulphur. Cuando defino el estado de algo como
sulphur, su vocación es mercurio, cuando el estado es mercurial su energía
potencial es sulphurea; podría seguir con este supuesto galimatías… pero el
hermetismo no se ve más que con gafas herméticas, una misma materia puede ser
denominada mercurio por un autor y definida como sal por otro.
Ya hemos hablado antes de que el ser humano accede al
conocimiento por comparación, y cada vez que observamos una nueva información,
lo primero que haremos será compararlo con lo que ya sabemos para poder
comprenderlo.
Lo que no nos damos cuenta al principio es que hemos sido
educados en un paradigma cartesiano–racional–científico, y al pertenecer la
filosofía hermética a otro paradigma, no nos es comprensible porque al
compararlo con lo que sabemos no tiene sentido, al menos racional.
Para explicar de forma breve cuál es la diferencia podemos
resumir que el paradigma racional–científico sólo cree que existe en el
universo lo que se puede tocar, lo que se puede pesar o lo que se puede medir,
aunque sea con una sofisticada máquina; este ámbito desde la alquimia andalusí
sería denominado el reino del Mulk, también llamado el reino de lo visto. Esta
vertiente del saber hermético distingue también otros dos los reinos: el del
Malakut (reino de lo no visto) y el reino del Yabaruth (reino de la relación
que existe entre lo que se ve y lo que no se ve). Los principios a los que
anteriormente nos hemos referido se encuentran en el Malakut, y el alquimista
actúa desde el Yabaruth, por lo que si la información de sulphur, mercurio y
sal se observa desde el paradigma científico–racionalista sólo comprenderemos
la parte del Mulk, es decir los estados manifestados a través de la materia, y
no los principios que hacen que la materia se organice de esa forma y no de
otra.
Lo que no se ve ordena y sustenta lo que se ve, cuando la
materia se ve abandonada por el espíritu que la animaba pierde su forma y
regresa al caos. Baste esto para concluir que no es en la materia donde debe
incidir el alquimista.
Me interesa también hablar sobre el misterio de la sal,
sobre todo a partir de la obra de René Schwaller de Lubicz, el egiptólogo
involucrado en el misterio del alquimista Fulcanelli. En este video (VER
ARRIBA), hablas sobre cómo la sal permite fijar el espíritu celeste que tiende
a la volatilidad y canalizarse posteriormente para un uso medicinal. Schwaller
de Lubicz creía que de hecho la sal era una especie de coagulación del espíritu
del Sol y que al morir la conciencia humana quedaba fija en lo que llamaba una
sal indestructible. Esta sal de alguna manera era el depósito de la conciencia
humana en la evolución planetaria. ¿Cómo entender esta relación entre el
espíritu celeste y la materia terrestre y la posibilidad de que la materia sea
una forma de primero atrapar y luego liberar el espíritu o hacerlo evolucionar?
La sal es un principio de materialización, es la
cristalización temporal del proceso solve-coagula, lo que supone la aparición
de una malla cristalina portadora de una información concreta.
El Aurea Catena nos dice que el fuego universal es
perfectamente invisible, inmaterial, frío, no ocupa espacio alguno. En este
estado no nos es de utilidad pero es omnipotente.
Luego dice algo como: “Dios ha ordenado así, de modo que el
Espíritu Universal, por medio del principio pasivo, trabaje todas las cosas,
porque la humedad se mezcla fácilmente con todo, por medio de lo cual, el
espíritu puede ablandar, penetrar, generar, destruir y regenerar todas las
cosas”.
Este proceso lo podemos ver claramente en la extracción de
espíritu del nitro, en el que por medio de una sutil y delicada operación, de
una sal caótica y amorfa aparecen unas geodas cristalinas geométricamente
perfectas, el espíritu invisible está en el interior, porque el principio
pasivo tiene la capacidad de fijarlo y hacerlo material, pero el espíritu debe
vencer la resistencia centrípeta de la materia; la sal alimenta al espíritu, lo
protege a la par que lo impide, en cuanto es eliminada la parte más grosera del
fijo con una simple disolución, el espíritu manifiesta su forma material
perfecta.
En cuanto a la última parte de la pregunta lo que yo creo es
que es el espíritu el que hace evolucionar a la materia y que deja la huella de
su paso por ella.
Pongamos por caso que un grano de arena (sílice) del
desierto, materia inerte, que pasa a ser parte del proceso de desarrollo de una
palmera. Mientras viva la palmera será materia viva, materia animada por un
espíritu; cuando la vida de la palmera se agote y ésta sea abandonada por el
espíritu que la animaba iniciará su disolución, la materia se descompondrá
hasta que se reduzca a materia inorgánica, pero el granito de arena ya no será
el mismo, pues ahora lleva la información de la experiencia, la huella de una
trasmutación.
Otro tema fascinante ligado a la sal es la práctica de
recoger el rocío de primavera. Los alquimistas creían que en las gotas de roció
se concentraba un fuego universal, lo cual es una imagen sumamente poética.
¿Cuál es el racional detrás de esta noción de que el rocío puede usarse para
producir medicinas como el oro potable?
En realidad, la recogida de las lágrimas de la aurora es una
frase poética, porque los alquimistas escribían su ciencia de forma poética. El
argot alquímico esta lleno de referencias mitológicas y cabalísticas descritas
por medio de metáforas, como lo hacen los poetas. Existen obras como el
Astronomicon de Marcus Manilius, que es un libro alquímico escrito en verso.
Cuando los egipcios hablan de Isis pescando en el mar de Nun, el mar de la
inexistencia, es también muy poético, pero en realidad están haciendo
referencia a principios cuánticos; que la Luna movía las mareas era muy
poético, hasta que se descubrieron las leyes científicas que lo demostraban;
convertir el plomo en oro era muy poético, hasta que en un laboratorio de
Berkeley, California, lo consiguieron científicamente con un acelerador de
partículas. Por lo tanto, puede que lo de recoger el Espíritu a través del
rocío sea algo más que poético. Yo lo recolecto todas las primaveras siguiendo
las reglas de la tradición, todos los remedios que elaboro están animados por
el Spiritus Mundi capturado en las gotas del rocío que cosecho.
Paracelso, el Hermes suizo, decía que aquel que quisiera
conocer los secretos del libro de la naturaleza debía "caminar sus páginas
con sus pies", incrustando así una dimensión moral y vivencial en el
trabajo alquímico o espiritual. ¿Cómo concibes la relación entre el conocimiento
y la práctica del conocimiento, entre conocer la doctrina y vivirla, entre la
sabiduría y la transformación del ser?
No puede ser de otra manera, no es lo mismo ser que imaginar
ser. Tú puedes estudiar la avellana durante años, leerte todos los libros de
avellanas del mundo, ver la fotografía de todas las especies de avellanas,
estudiar la mitología de la avellana, los átomos de la avellana, pero si no has
probado una avellana sabiendo que lo es no la reconoces cuando la comes, pero
una vez que la pruebas y sabes lo que es, a partir de ese momento la
reconocerás aunque esté disfrazada en el guiso.
No puedes ser alquimista y no vivir la trasformación, todo
lo teórico es virtual y lo que se vive por la experiencia es real, pasa a
formar parte de lo que eres. Es como aprender la teoría sobre cómo manejar un
carro; puedes estudiar todo lo que quieras pero realmente se aprende manejando,
pues cuando se te cruce un perro en la carretera a 100 por hora de nada te
sirve toda la teoría, de nada te sirve la mente racional, de nada te sirve el
conocimiento de las leyes físicas de movimiento, sólo te salvará la intuición,
la pericia y la experiencia.
La teoría y la experiencia tienen su momento y su espacio, y
una no puede ocupar el espacio de la otra; sin embargo, se necesitan mutuamente
para existir y que una te lleve a la otra, como el sulphur y el mercurio. Su
conjugación es pertinente para engendrar sabiduría.
Incluso creo que está demostrado por estudios científicos
que casi todos los descubrimientos científicos surgen de la intuición, de un
momento de inspiración, y después entra la razón a demostrarlo y
pormenorizarlo, como en el proceso de la manzana y la ley de la gravedad de
Newton quien, por cierto, también fue alquimista.
Uno de los principios en los que se basan la astrología y la
espagiria es la idea del microcosmos. Creo que nos resulta hasta cierto punto
natural creer que de alguna manera existe una influencia del cosmos en nuestra
vida. ¿Pero cómo explicar el mecanismo de acción del macrocosmos o del cielo
sobre el microcosmos o el ser humano?
Para poder entender bien la ley del micro y el macrocosmos
debemos profundizar en el principio del punto Alif o del Aleph, el punto que
contiene todos los puntos, el punto del que surge el universo; los musulmanes
lo representan en el Corán como el borrón de tinta donde se moja la pluma de
donde salen todas las palabras que contiene el propio libro sagrado.
La ley del Alif dice que el universo se organiza de forma
holográfica, de tal manera que cada una de las partes del universo contiene la
información del universo entero, por lo que todo en el universo está conectado
entre sí, y todo lo que sucede en un plano tiene su reflejo en otro. Nos dice
que las leyes básicas del universo se van a repetir de forma arquetípica en
cada una de las partes que lo componen, y en cualquiera de los planos y
dimensiones de manifestación.
Si observamos la naturaleza, veremos que el patrón fractal
se repite constantemente: un cristal de cuarzo se compone de multitud de
cristalitos que tienen la misma geometría y que juntos parecen uno; una hoja de
helecho se compone de multitud de pequeñas hojas de la misma forma, si tomamos
una foto de una sección de la hoja y otra de la hoja entera no sabremos cuál es
la grande; si a un árbol le cortamos una rama es otro árbol en pequeñito y, de
esa rama, una ramita volverá a ser un árbol en pequeñito. Estos fractales son
fáciles de ver porque lo son de la forma y tienen simetrías sencillas.
Si observamos a un ser humano, veremos que el factor fractal
es mas difícil de percibir a simple vista. Un ser humano está compuesto de
varios billones de células, y cada una de ellas tiene una función y una forma
diferente; al verlas en un microscopio aparentemente muchas parecen tener vida
propia y se desplazan a voluntad como si tuvieran libre albedrío, pero todos
sabemos que no es así y que su función está supeditada o influida por un ente superior
que podemos llamar conciencia de organismo. Al observar las células por el
microscopio resulta que no se parecen al organismo entero pero sí es un fractal
de éste a nivel de información, es decir, el DNA de la célula es el mismo que
el del organismo entero y cada una de los varios millones de células tienen
idéntico DNA; por lo tanto, cada célula a nivel de información es el organismo
entero.
Cuando el ser humano mueve un brazo (macrocosmos), esto
incide en todas las células (microcosmos); si el ser humano (macrocosmos) se
deprime o se alegra, incidirá en el comportamiento celular (microcosmos) sin
que la célula sea consciente de la causa.
Si esa fractalidad la elevamos al macrocosmos de la
naturaleza podemos observar al ser humano como una célula de un ser llamado
Tierra, quien lleva evolucionando varios millones de años y nosotros somos
parte de esa evolución. Aunque resulte increíble compartimos el 90% del DNA del
cerdo, el 80% de la oveja y el 70% de la mosca del vinagre; con esto quiero
decir que por una parte tenemos abuelos comunes y por otra que al compartir
información, al igual que las células, compartimos también la conciencia
superior ordenadora (macrocosmos) que vamos a llamar naturaleza o Gaia. La
naturaleza, por su parte, está sometida a otro macrocosmos que es el clima, los
cambios climáticos que están provocados por las condiciones del Sistema Solar
(macrocosmos); casualmente, los cambios climáticos no sólo provocan cambios en
la naturaleza, pues hay estudios que confirman que los grandes cambios
climáticos coinciden con grandes cambios políticos e históricos.
La tierra está inmersa en el Sistema Solar, que es un campo
donde las diferentes orbitas y los diferentes astros, incluido el Sol, generan
relaciones de fuerzas gravitatorias, magnéticas y de otro tipo que mantienen el
equilibrio del propio Sistema y que por otro lado afectan directa o
indirectamente a todo el Sistema, por lo que sus movimientos inciden en la
Tierra, que a su vez afectará al clima, que a su vez afectará a la naturaleza,
que afectará al ser humano, a sus células, a sus átomos. Es a través de esta
línea de causas y efectos que comprendemos la fractalidad del Sistema Solar y
el átomo de manera perfectamente gráfica.
Creo que la espagiria podría ser sumamente útil en nuestra
sociedad actual, enteramente fármacodependiente y desligada de los procesos
naturales. No sólo para generar remedios o tónicos más suaves, con menos
efectos secundarios, sino también ligándonos a los ritmos naturales y quizás
haciéndonos experimentar una relación más íntima y “mágica”, por así decirlo,
con la naturaleza. ¿Cómo concibes la salud desde la perspectiva de la
espagiria?
Nosotros, como la naturaleza entera, hemos evolucionado por
adaptación a los cambios; cuando éstos son cíclicos y rítmicos favorecen la
vida y los organismos generan ritmos biológicos a imagen y semejanza de los
ritmos naturales, como los ciclos circadianos o las adaptaciones al ritmo lunar
o estacional. El ritmo es un orden, una simetría dinámica, que al seguirlo hace
que el organismo tienda al orden (salud), y la falta de ritmo te acerca al caos
(muerte). Los tratamientos son más eficaces si se acompasan con los ritmos
naturales, los depurativos son más eficaces con luna menguante y los
tonificantes con luna creciente. Los remedios naturales, cuando se prescriben
ritmificados con el Sol desde el amanecer al ocaso, elevan su eficacia.
En cuanto a la naturaleza de los remedios, Grimaldy,
espagirista del siglo XVI, nos recuerda que no se pueden hacer buenos remedios
si no es a partir de las sustancias puras o de lo que hay de puro en las
sustancias; que los vehículos para extraer las partes puras deben ser puros
también. Que la mayor parte del secreto está en cómo se separa lo puro de lo
impuro.
Sin embargo, también hay que observar que en al-Ándalus los
hakim o médicos filósofos seguían la ley de las balanzas; decían que remedio es
todo aquello que está en el alimento y el veneno, y que la intensidad del
remedio debe ajustarse a la gravedad de la enfermedad en los siguientes
términos: si el desequilibrio es leve el remedio se debe acercar al alimento
(si puedes curarle con una manzana, dale manzana), si el desequilibrio es más
grave el remedio se acerca más al veneno (remedios que provocan reacciones más
intensas del organismo).
La espagiria no dirige su mirada a la enfermedad sino al ser
que sufre y a la causa del desequilibrio momentáneo que le está llevando al
caos, a la muerte. Su filosofía parte de un solo estado de salud frente a una
sola enfermedad; por eso, la búsqueda de la piedra es la búsqueda de una sola
medicina. La ley del macro-microcosmos le impulsa a actuar desde todos los
planos (físico, emocional, espiritual) para restablecer el equilibrio del ser,
porque sabe que todo está relacionado, y observa su relación con el entorno
exterior (atmosférico, familiar, social, astrológico) e interior (emociones
pensamientos, estado espiritual) para llevarlo al equilibrio psicofísico
correspondiente a su evolución.
Algunos viejos alquimistas concibieron el trabajo hermético,
la gran obra, como una forma de jardinería, un perfeccionamiento de la
naturaleza; de la misma forma que un jardinero ayuda a sus plantas a crecer,
así el cuerpo es el jardín del espíritu y el planeta el jardín del Gran Hombre
--esto en oposición a la explotación, saqueo y conquista de la naturaleza. Nos
entregaron un jardín, pero estamos regresando un basurero. ¿Cómo percibes la
situación ecológica global, nuestra relación con la naturaleza?
Como hemos dicho antes el ser humano es un microcosmos de la
naturaleza, había una relación porque nace de ella, es parte de ella y está
sometido a ella. Aunque él desde su orgullo inconsciente crea que puede
someterla sabemos que cuando el parásito somete al huésped, muere el huésped y
muere el parásito; con ello no quiero decir que el ser humano es un parásito,
sino que el ser humano es el que debe adaptarse a la naturaleza y no intentar
vanamente que la naturaleza se adapte a él.
No se trata sólo de que no cuidamos el jardín, ni tampoco
que echemos demasiado monóxido de carbono a la atmosfera; las plantas, si
emitieran demasiado oxigeno, también contaminarían la atmósfera. Creo que la
filosofía con que observamos la realidad es el factor más perjudicial: la
sociedad actual cree que el ser humano está separado de la naturaleza, que
tiene que defenderse de ella en vez de ver que es la que nos sostiene y
alimenta, que somos parte de ella y que debemos armonizarnos con ella en busca
del equilibrio común. En gran parte el paradigma científico basa la existencia
del ser humano en lo material, en la materia, por lo que es normal que tengamos
una sociedad materialista que únicamente busca la perfección de la materia
manipulándola burdamente sin facilitar el trabajo al espíritu, que es que
realmente hace el trabajo, y no el operador.
Antes, al hablar del microcosmos, vimos que había una
relación macro-microcósmica del ser respecto de sus células por la información
compartida del DNA, pero también me atrevo a afirmar que hay una relación de
conciencia fractal entre las células y el ser u organismo. Podríamos decir que
cada una de las células tiene conciencia individual puesto que se distingue de
las de su entorno y sabe lo que tiene que hacer, su misión particular en y para
el organismo que la contiene; pero esta conciencia está supeditada, podríamos
decir, al equilibrio o manifestación del ser u organismo, por lo que podemos
afirmar que hay distintos niveles de conciencia dentro del ser y que la
conciencia de la célula responde fractalmente a la conciencia del ser humano, y
que los 22 billones células que tiene un ser humano desde su individualidad
atienden a la armonía del conjunto de su ser; cuando las células rompen esta
armonía de relación con la conciencia que las contiene empiezan a proliferar
fuera de la armonía, que es lo que llamamos cáncer. No será muy difícil llevar
este razonamiento a la relación del ser humano con la naturaleza.
Extraído de: http://www.pijamasurf.com/2016/02/que-es-la-espagiria-una-introduccion-a-la-medicina-hermetica-y-a-los-principios-de-la-alquimia/
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